martes, 27 de enero de 2009

La Boda




Al contemplarse en ojos que subliman
con fuego del amor en la mirada,
y el beso y la caricia llenan, miman,
las almas del amado y de la amada;
al brotar goces místicos que animan
una esencia recóndita, olvidada,
y los cuerpos ardientes se aproximan
con más luz que la carne en llamarada,
entienden que algo vive eternamente,
que un ser etéreo y vivo les habita,
distinto de su cuerpo y de su mente.
Por este amor, sentido plenamente,
la gracia celestial brilla, palpita,
y hoy consagran a Dios su amor ferviente.

Emma Margarita R A-Valdes

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